El Cardenal Rouco Varela presidió una Misa de Acción de Gracias por sus 20 años como Pastor al frente de la diócesis de Madrid, con la que se ha despedido de sus hasta ahora diocesanos. En un templo abarrotado de fieles, entre los que se encontraban el Presidente de la Comunidad, Ignacio González, la Alcaldesa de la ciudad, Ana Botella, el Presidente del Consejo de Estado, José Manuel Romay Beccaría, y el ex Ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, entre otras autoridades, ha dado las gracias a Dios por su ministerio episcopal en Madrid, ha exhortado a vivir en la Comunión de la Iglesia, y ha pedido “que el Señor conceda a nuestra querida Archidiócesis de Madrid y a su nuevo Pastor la sabiduría de anunciar el Evangelio en el nuevo capítulo de su historia, que se abrirá el próximo 25 de octubre, con el impulso y el estilo espiritual y apostólico del ‘Evangelio de la Esperanza’”. La ceremonia ha concluido con unas palabras de agradecimiento por parte del Obispo Auxiliar de Madrid, Mons. Fidel Herráez
El Cardenal Antonio Mª Rouco Varela, Arzobispo Emérito de Madrid Administrador Apostólico, presidió en la Catedral de Santa María la Real de la Almudena una solemne Misa de Acción de Gracias por sus 20 años de ministerio episcopal al servicio de la diócesis de Madrid. Con esta Eucaristía, concelebrada por el Nuncio de Su Santidad en España, Mons. Renzo Fratini, el Arzobispo Castrense, Mons. Juan del Río, el Nuncio Apostólico en Kazajistán, Mons. Miguel Maury, el Obispo de Astorga, Mons. Camilo Lorenzo, y los Obispos Auxiliares de Madrid –Mons. Fidel Herráez, Mons. César Franco y Mons. Juan Antonio Martínez Camino, SJ- y los Vicarios Generales de las diócesis de la Provincia Eclesiástica de Madrid, además de cientos de presbíteros diocesanos, el Cardenal se ha despedido de sus hasta ahora diocesanos.
El Cardenal ha comenzado su homilía recordando que “la Eucaristía es el Sacramento de la Acción de Gracias a Dios… Es el sacrificio de la Cruz ¡Cruz Gloriosa!, que se hace actualidad salvadora para la Iglesia y en la Iglesia y, a través de ella, para el mundo: para todos y cada uno de los hijos de los hombres”. Además, ha dicho, “en la Eucaristía, el Sacramento de nuestra fe, de cada domingo, de cada día, podemos celebrar con gratitud gozosa el don del amor infinitamente misericordioso que en ella se hace presencia viviente para nuestra santificación”. Por eso, “si siempre y en toda ocasión se puede y se debe participar en la celebración de la Eucaristía con la disponibilidad del alma”, ha dicho, “cuánto más ha de hacerse en momentos de la vida de la Iglesia y de la vida propia, en los que el amor del Padre, la gracia del Hijo y la Comunión del Espíritu Santo se manifiestan tan palpablemente como en esta Eucaristía que estamos celebrando”.
A continuación, ha recordado que “el próximo día 22 del presente mes se cumplen veinte años del inicio de mi ministerio pastoral como Obispo, Sucesor de los Apóstoles, Padre y Pastor de esta querida ¡queridísima! Iglesia Diocesana de Madrid… Venía de Santiago de Compostela en donde había ejercido el ministerio episcopal durante dieciocho años –siete como Obispo Auxiliar, uno como Administrados apostólico y diez como Arzobispo– con el alma marcada por el amor a la tradición jacobea, viva y pujante en aquella Iglesia venerable que guardaba celosamente con el Sepulcro y la memoria del Apóstol Santiago, el primer evangelizador de España, las raíces apostólicas de nuestra fe bimilenaria”. En este sentido, ha evocado el paso de San Juan Pablo II por Santiago cuando el 9 de noviembre de 1982 invitaba a Europa “a encontrarse de verdad a sí misma peregrinando de nuevo a Santiago” y “nos emplazaba inexcusablemente a evangelizar de nuevo –¡con nuevo ardor!– a los viejos pueblos y naciones de una Europa de raíces cristianas milenarias: ¡también a España, a nuestra querida España!”. Y la JMJ celebrada en la capital gallega en 1989, y también presidida por San Juan Pablo II.
Así, ha explicado, “no había otra alternativa para un Obispo, tocado hasta lo más hondo de su alma por la fuerza irradiadora de la persona y del mensaje de San Juan Pablo II, y que, además, quería responder en Madrid a la llamada del Señor en aquel momento crítico de la historia contemporánea de la Iglesia y del mundo, que la de promover incansablemente la evangelización en la comunión de la Iglesia, afirmada y vivida en su dimensión universal como ‘la Católica’, presidida por el Sucesor de Pedro”.
Dar gracias a Dios
Por ello, ha dado “gracias a Dios por haber podido vivir en la Comunión de la Iglesia en estos veinte años de mi ministerio episcopal, ahondando y creciendo a la vez en la fidelidad a la Palabra del Señor, en la celebración digna y fructuosa de sus Misterios –especialmente, del Sacramento de la Eucaristía–, en el amor fraterno y en la íntima y fecunda unidad de todos los hijos e hijas de nuestra Iglesia diocesana, cada vez más conscientes y sensibles de la urgencia pastoral y apostólica de ser testigos e instrumentos del amor del Señor tanto para con los más débiles de la propia familia eclesial, como para los que no pertenecen a ella o se han situado al margen o, incluso, fuera de la misma”.
También ha agradecido “el dinamismo misionero desplegado por toda la comunidad diocesana de Madrid en estas tan apasionantes y apremiantes décadas” en las que “el Evangelio de Jesucristo ha sido anunciado, proclamado, predicado y testificado incansablemente por sus sacerdotes, sus consagrados, sus consagradas y por sus fieles laicos, compartiendo humilde y generosamente carismas extraordinarios y realidades nuevas que el Señor ha ido repartiendo a lo largo y a lo ancho de la Iglesia después del Concilio Vaticano II. Ha sido celebrado en la Liturgia cada vez con mayor participación interior, con piedad y devoción sinceras, con un sentido cada vez más fino para que en la forma de su celebración resplandezca con mayor luminosidad la belleza salvadora del Misterio Pascual del Señor: de su muerte en la Cruz y de su Resurrección. Y ha sido transmitido en una catequesis y en una enseñanza que se ha querido cada vez más fiel a la Verdad y más cercana a niños y jóvenes”. También “ha sido llevado a los pobres en todo ese doloroso e hiriente mundo de las viejas y de las nuevas pobrezas que ‘las crisis’ se han encargado de agravar en sus efectos respecto a las facetas más personales de los golpeados por ella y de multiplicar sus repercusiones destructivas en la vida de los matrimonios y de las familias: ¡sus víctimas principales!” En este sentido, ha recordado que “Cáritas Diocesana, con la red de Cáritas parroquiales, cooperando con iniciativas variadas y cercanas a los que sufren, promovidas por comunidades de vida consagrada y por grupos y asociaciones de fieles laicos, ha ido aliviando y superando la pobreza y el dolor de muchos necesitados espiritual y materialmente”.
Y ha señalado que “a la vez que en el apostolado seglar iba tomando cuerpo la llamada al compromiso cristiano en la vida pública, siendo ‘luz y sal’ en los escenarios más diversos, complejos y decisivos en los que se desenvuelve actualmente la vida social política y cultural de Madrid, a fin de lograr una vertebración de la sociedad en la que primen la justicia, la solidaridad y la paz, es decir, el servicio al hombre. Un servicio que ha de dirigirse prioritariamente a la salvaguarda de su derecho a la vida desde que es concebido en el vientre de su madre hasta su muerte natural, a promover la vocación para contraer matrimonio a la medida de la verdad de Dios –es decir, como una comunidad una e indisoluble de vida y de amor fecundo en el fruto precioso de los hijos– y para poder construir así una verdadera familia”.
Arzobispo electo
Además, ha pedido por el Arzobispo electo de Madrid, Mons. Carlos Osoro Sierra, y por toda la comunidad diocesana, para que “sigan creciendo en el amor de Cristo” y para que “sobrellevándose y perdonándose, dejando que el perdón y la paz de Cristo actúen en sus corazones y así formando un solo cuerpo; y para que sigan acogiendo toda la riqueza de su palabra para pensar y obrar rectamente según la ley de Dios y de su Evangelio”.
Ha asegurado que “en el próximo futuro –el futuro de nuestra Patria, de nuestra Comunidad Autónoma y de nuestra Ciudad– se van a poner a prueba la firmeza y la claridad de nuestra fe en Cristo, el único Salvador del hombre, la fortaleza de nuestra esperanza y la voluntad del seguimiento y cumplimiento fiel del mandamiento evangélico del amor. No debemos arredrarnos ni retroceder en nuestra misión de ser testigos valientes de Jesucristo. Antes bien, habremos de avanzar en la experiencia de la unidad de mentes y corazones en el interior de la Iglesia Diocesana, en la experiencia de ‘la Comunión’ que preside su Obispo inseparable de ‘la Comunión Católica’ que preside el Obispo de Roma, el Papa Francisco”.
“En esta difícil y compleja hora histórica, ha añadido, habrá que orar, y orar mucho, por la Iglesia y sus Pastores, por los consagrados y las consagradas, por las familias, por los jóvenes y los niños… para que sepamos mantenernos como ‘la luz’ y ‘la sal’ de la nueva tierra”.
También ha pedido por el Arzobispo electo, Mons. Carlos Osoro Sierra, y ha manifestado su deseo de “que el Señor conceda a nuestra querida Archidiócesis de Madrid y a su nuevo Pastor la sabiduría de anunciar el Evangelio en el nuevo capítulo de su historia, que se abrirá el próximo 25 de octubre, con el impulso y el estilo espiritual y apostólico del ‘Evangelio de la Esperanza’: para sus hijos e hijas y para todos nuestros conciudadanos. De la esperanza que no defrauda”. Y ha asegurado que “el fruto vendrá si reconocemos y amamos al Señor” y “si nuestra Acción de Gracias y nuestra Plegaria eucarística hoy y siempre la confiamos a la guía, al cuidado, al amor maternal de la Santísima Virgen”.
Palabras de Mons. Herráez al final de la Eucaristía
Querido Sr. Cardenal:
Acabamos de celebrar esta Eucaristía, que ha presidido usted acompañado por varios hermanos Obispos, el Presbiterio diocesano, Institutos de vida Consagrada, Asociaciones y movimientos apostólicos, fieles de las comunidades parroquiales, familiares y amigos, convocados todos para poner hoy ante el Señor la más sentida y honda acción de gracias.
Vivimos siempre la Eucaristía como misterio de comunión y fuente de misión. Y al hacerlo en esta ocasión hemos querido recapitular lo que ha sido su entrega e impulso evangelizador entre nosotros.
Cuando llegó a Madrid hace 20 años, nos traía una llamada que había alentado su ministerio, que resonaba en su corazón de pastor y era la leyenda grabada en su escudo episcopal : “In Ecclessiae communione “. Y desde la primera carta pastoral nos invitó a caminar con generosidad y audacia para eso, para “Evangelizar en la comunión de la Iglesia”.
La comunión en la Iglesia, antes de ser una tarea es don de Dios que recibimos y que se fortalece en la Eucaristía. El Espíritu Santo nos conduce al conocimiento de Jesucristo, que es la Verdad; nos une a Él como los sarmientos a la vid; nos hace una misma cosa con Él; miembros de su cuerpo, diferentes pero trabados en una misma gracia, en una misma fe, en una misma misión.
Unidos en la Eucaristía al Enviado del Padre, quedamos convertidos también nosotros en enviados para anunciar el Evangelio. La comunión con la verdad que nos ilumina y nos libera, aviva en nosotros el deseo de comunicarla y nos lleva a la misión. Así nos lo recuerda usted en su última carta pastoral: “Comunión misionera, gozo del evangelio».
Comunión y misión, dos aspectos programáticos de su labor que, como respuesta fiel y agradecida, pedimos a Dios que queden acuñados en el corazón de la diócesis, en esta Eucaristía. Ahora, como signo de esta gratitud, queremos ofrecerle un cáliz y una patena. Nos gustaría que estos vasos sagrados le recordaran siempre nuestro reconocimiento por su entrega pastoral, a lo largo de estos veinte años, para conducirnos a la comunión con Jesucristo, desde donde nos llega persistente y comprometido el envío a anunciar el Evangelio. Llevan una sencilla grabación que expresa el agradecimiento de la comunidad diocesana. Al tiempo que repetimos la oración del salmo 115, “¿Como pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación invocando su nombre”. Qué Él le bendiga y que Ntra. Señora de la Almudena, patrona de nuestra Villa, guíe y acompañe siempre sus pasos por los caminos de la paz.