Me voy a mojar. Tal y como están los prolegómenos de la investidura no hace falta ser un lince de la prospectiva para poder afirmar con justeza que serán cuatro años perdidos para el interés general. Si, finalmente, Núñez Feijóo consigue reunir una amalgama de intereses en su favor y logra gobernar, desde luego esa posibilidad no se aventura como un paseo militar. Le sería muy difícil derogar el sanchismo como prometió y si renuncia a ello en aras de otras leyes volveremos a las andadas.
Si por el contrario, como parece más probable, es Sánchez el que no tiene que cambiar el colchón de La Moncloa sucederá algo parecido porque sus tóxicos socios demandarán día sí y día también que cumpla sus promesas, algunas de ellas imposibles de cumplir. Se perdería mucho tiempo para afrontar los muy serios problemas que tiene planteados la nación y, al final, todo será enquistamiento y malos humores.
Como el sistema español no contempla la segunda vuelta, como está establecido en algunas de las grandes potencias del mundo, tampoco pasa nada por volver a convocar unas nuevas elecciones. Ya ocurrió recientemente por cierto.
Después de todo lo ocurrido tras el 23J y lo que presumiblemente acaecerá en los próximos meses, los dirigentes de la clase política se tendrían que poner de acuerdo en una cosa: ir a la segunda vuelta, esto es, convocar de nuevo al pueblo para que decida. Quizá a algunos les parezca una idea descabellada pero mucho más descabellado es marear la perdiz para finalmente no conseguir otra cosa que gastar dinero del contribuyente.
Estoy convencido de que después de los primeros escarceos entre Sánchez y sus presumibles socios separatistas esta idea irá cobrando cuerpo. Si hasta un secesionista de mucho cuidado como Artur Mas -con él empezó todo en Cataluña- le pide de rodillas a Puigdemont que colabore para que no se vuelvan a repetir las elecciones, será por algo. Para nada bueno para España y sus intereses, desde luego. La tenaza separatista Junqueras/Otegi se cierra sobre el cuello de Pedro Sánchez y puede que de manera irreversible.
Para empezar el Rey tiene ante sí una papeleta de órdago. Tiene que elegir entre el ganador de las elecciones, Feijóo, y el perdedor que se presentará en La Zarzuela posiblemente con más apoyos que los que tiene el gallego, salvo milagro. Estoy convencido de que si los españoles son de nuevo convocados a las urnas habrán tomado buena nota de todo lo ocurrido. O no…
GRACIANO PALOMO
Publicado en OKdiario.
Domingo 6 de agosto 2023.