El Papa en el Ángelus: ‘El mundo más que nunca necesita de Cristo’

Antes de la oración del ángelus, el Santo Padre indica que en los momentos oscuros de la vida debemos dejar que la Virgen nos tome de la mano
El papa Francisco rezó el domingo 19 la oración del ángelus desde la ventana de su estudio, ante miles de fieles y peregrinos que llenaban la Plaza de San Pedro en una hermosa jornada de primavera europea.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El párrafo del Evangelio de este domingo, (Lc 9,18-24) nos llama una vez más a confrontarnos por así decir, cara a cara, con Jesús. En uno de los raros momentos de tranquilidad, cuando se encontraba con sus discípulos, Él les pide a ellos: ‘¿Las multitudes, quien dicen que yo sea?’. Y ellos responden: ‘Juan Bautista; otros dicen Elías; otros, uno de los antiguos profetas que ha resucitado’.
Por lo tanto la gente tenía estima de Jesús y lo consideraba un gran profeta, pero no tenían aún la conciencia de su verdadera identidad, o sea que Él era el Mesías, el Hijo de Dios enviado por el Padre para la salvación de todos.
Jesús entonces se dirige directamente a los apóstoles –porque es esto lo que más le interesa– y les pregunta: ‘Pero ustedes quien dicen que soy?’.
Inmediatamente, en el nombre de todos, Pedro responde: ‘El Cristo de Dios’. Vale a decir: Tú eres el Mesías, el consagrado de Dios, enviado por Él a salvar a su pueblo según la Alianza y la promesa. Así Jesús se da cuenta que los doce, en particular Pedro, han recibido del Padre el don de la fe; y por ello inicia a hablarles abiertamente de lo que le espera en Jerusalén: ‘El Hijo del hombre –dice– tiene que sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, por los jefes de los sacerdotes y de los escribas, ser asesinado y resucitar el tercer día’.
Estas mismas preguntas se proponen nuevamente a cada uno de nosotros: “¿Quién es Jesús para la gente de nuestro tiempo? ¿Quién es Jesús para cada uno de nosotros?”. ¿Para mi, para ti, para ti, para ti…?. ¿Quién es Jesús para cada uno de nosotros?
Estamos llamados a hacer dea respuesta de Pedro nuestra respuesta, profesando con alegría que Jesús es el Hijo del Dios, la Palabra eterna del Padre que se ha hecho hombre para redimir a la humanidad, volcando sobre ella la abundancia de la misericordia divina.
El mundo más que nunca necesita de Cristo, de su salvación, de su amor misericordioso. Muchas personas advierten un vacío en torno a sí y dentro de sí, quizás algunas veces también nosotros; otras viven en la inquietud y en la inseguridad debido a la precariedad y de los conflictos. Todos necesitamos respuestas adecuadas a nuestras interrogaciones existenciales. En Cristo, solamente en Él es posible encontrar la verdadera paz y el cumplimiento de cada aspiración humana. Jesús conoce el corazón del hombre como ningún otro. Por ello lo puede sanar, dándole vida y consolación.
Después de haber concluido el diálogo con los apóstoles, Jesús se dirige a todos diciendo: ‘Si alguien quiere venir detrás de mi, renuncie a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga’.
No se trata de una cruz ornamental o ideológica, pero es la cruz del propio deber, del sacrificarse en favor de los otros con amor, de los padres, los hijos, la familia, los amigos y también los enemigos. La cruz de la disponibilidad de ser solidarios con los pobres, a empeñarse por la justicia y la paz.
Al asumir estas actitudes, no tenemos nunca que olvidarnos que ‘Quien pierde la propia vida por Cristo la salvará.
Es un perder para ganar. Y acordémonos de nuestros hermanos que aún hoy ponen en práctica estas palabras de Jesús, ofreciendo su tiempo, su trabajo, su fatiga e incluso su vida para no renegar su fe en Cristo.
Jesús mediante el Espíritu Santo, nos da la fuerza de ir adelante en el camino de la fe y del testimonio. Y en este camino siempre está cerca de nosotros la Virgen: dejemos que Ella nos tome de la mano, cuando atravesamos los momentos oscuros y difíciles».
En el ángelus Francisco señala: ‘Estamos de la parte de los refugiados’
El santo padre padre Francisco después de rezar la oración del ángelus recordó la celebración de la Jornada Mundial del Refugiado, promovida por las Naciones Unidas (ONU).
Señaló también que este año la Jornada lleva como lema: ‘Con los refugiados. Nosotros estamos de la parte de quien está obligado a huir’.
El Pontífice quiso señalar que los refugiados “son personas como todos nosotros, pero a quienes la guerra les quitó la casa, el trabajo, los parientes y amigos”. Y que “sus historias y sus rostros nos llaman a renovar el empeño para construir la paz en la justicia”. Por eso dijo Francisco “queremos estar con ellos: encontrarlos, recibirlos, escucharlos, para volvernos juntos artesanos de paz, según la voluntad de Dios”.
El continente europeo enfrenta la peor crisis de desplazados desde la II guerra mundial, quienes podrían llegar al millón al final del presente año. La Organización Mundial de las Migraciones calculó que este año han muerto unas 2.600 personas en el intento de cruzar el Mediterráneo. Baste pensar que en Siria quienes han huido de la guerra son 4,8 millones de personas además de los 6,6 millones los desplazados dentro del país.
Beatificación de María Celeste Crostarosa
De otro lado, el Santo Padre señaló también que que el sábado 18 fue beatificada en la ciudad italiana de Foggia, la monja María Celeste Crostarosa, fundadora del Orden del Santísimo Redentor. Y deseó que “la nueva beata, con su ejemplo y su intercesión nos ayude a conformar toda nuestra vida a la de Jesús, nuestro Salvador”.
La misa de beatificación fue celebrada por el prefecto de la Congregación de la Causa de los Santos, el cardenal Angelo Amato, representante del papa Francisco.
En Creta el Concilio Pan-ortodoxo
El santo padre recordó también que en la solemnidad de Pentecostés de acuerdo al calendario Juliano que sigue la Iglesia Ortodoxa, inició en Creta con la Divina Liturgia, el Concilio Pan-ortodoxo. “Unámonos a la oración de nuestros hermanos ortodoxos, invocando el Espíritu Santo, para que asista con sus dones a los patriarcas, a los arzobispos y a los obispos que están reunidos en Concilio”. Y rezó junto con los presentes un Ave María por esta intención.
Sergio Mora
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