Aparte de san Agustín y santa Mónica, el nuevo Papa conserva en ella restos de un santo que fue confesor de Carlos V y un beato que fue martirizado en la Guerra Civil Española.
12 de mayo 2025.- Cuando salió a la logia central de la basílica de San Pedro vestido como Papa, León XIV apareció con la misma cruz pectoral que con la que entró al cónclave. La lleva desde 2023, cuando fue creado cardenal y el postulador general de la Orden de San Agustín, Josef Sciberras, se la regaló. La pieza cuenta en su interior con reliquias de san Agustín y santa Mónica, pero también de dos agustinos españoles: santo Tomás de Villanueva y el beato Anselmo Polanco, obispo mártir de Teruel.
Santo Tomás de Villanueva, conocido como «el limosnero de Dios», fue obispo de Valencia entre 1544 y 1555 después de ser confesor y predicador de Carlos V. Formado en las universidades de Alcalá de Henares y en de Salamanca, fue un gran predicador, visitó una a una todas las parroquias de su diócesis, convocó un sínodo en 1548 y fundó el colegio seminario de la Presentación dedicado a la formación del clero. También se centró en la caridad con los más necesitados, puso en marcha varias iniciativas para la evangelización de los moriscos. Sus restos mortales se conservan en la catedral de Valencia y ha pasado a la historia como modelo de obispo.

El otro agustino español cuyas reliquias permanecen dentro de la cruz pectoral de León XIV es Anselmo Polanco. Y al igual que Santo Tomás de Villanueva —o el mismo Prevost cuando servía en la diócesis peruana de Chiclayo— era también obispo, en este caso de Teruel. Fue martirizado durante la Guerra Civil y no huyó cuando tuvo la ocasión de hacerlo. Tras la toma del seminario de su ciudad por parte del ejército republicano y ser encarcelado, pasó de cárcel en cárcel hasta que sus captores, mientras huían hacia Francia, lo fusilaron en Pont de Molins el 7 de febrero de 1939. Aunque sus restos fueron profanados, lo que queda de ellos descansan hoy en la catedral de Teruel.
RODRIGO MORENO QUICIOS
Alfa y Omega