Al hilo del Día Internacional de las Familias, expertos denuncian que «el hipercapitalismo» y el individualismo retrasan las bodas y debilitan los vínculos. La solución pasa por una nueva ética laboral y por ofrecer comunidades de vida.
22 de mayo 2025.- «El problema principal de la familia está en la desigualdad social y en la precariedad», diagnostica Fernando Vidal, director de la Cátedra Amoris Laetitia de la Universidad Pontificia Comillas. Nos cuenta su análisis cuando apenas ha pasado una semana desde el Día Internacional de las Familias que todos los 15 de mayo celebra Naciones Unidas. Frente a quienes culpan a los jóvenes del descenso de la natalidad en España esgrimiendo como motivo único una supuesta falta de compromiso, él considera que «la razón principal es el miedo a perder la carrera laboral». Denuncia que «nos han metido en una dinámica en la que, si tienes un hijo, en el trabajo se entiende como una provocación». Por tanto, «cuando tienes 26 o 27 años, esto hace que no seas contratado en comparación con alguien que no los tenga». De acuerdo con su investigación, «el hipercapitalismo lleva a retrasar exageradamente el matrimonio y el primer hijo y se produce un retraso de todo el ciclo vital». Como resultado de «explotar a los jóvenes mientras se puede, la gente empieza a tener hijos con 40 años».
Vidal señala que «la familia necesita que se escriba su Rerum novarum». Es decir, que al igual que León XIII escribió hace 134 años su célebre encíclica sobre la cuestión obrera, «tenemos que luchar por las condiciones laborales y desarrollar una nueva ética laboral capaz de incorporar la familia dentro de las empresas». Al haber escogido el nuevo Papa como nombre León XIV, poniéndose en la estela de este predecesor, Vidal vaticina que tendrá como objetivo «la inclusión y el fortalecimiento del bienestar social».
«Si en la sociedad imponemos temporalidad, afecta a nuestros vínculos».
Fernando Vidal
Universidad Pontificia Comillas
Comparte diagnóstico con el sociólogo María Menéndez de Zubillaga. Es la presidenta de la Asociación de Familias Numerosas de Madrid y denuncia que, con la primacía del individualismo, «hay muchos obstáculos y se está destrozando el vínculo que existe entre los miembros de una familia y que suponen una red estable de ayuda». Apunta que esta atomización provoca que «todos los problemas que surjan en la familia se van a resolver de forma menos eficaz porque no hay estabilidad». Y considera que, «si no apoyas a las familias para que, en vez de un hijo tengan tres, no vamos a salir del bache». Así, reivindica que, «al igual que se protege al lince o al pino, hay que hacerlo con las familias que tienen más hijos porque es el único futuro que tiene la sociedad».
Le da la razón María Bazal, delegada de Familia de la archidiócesis de Madrid. Considera que «retomar la doctrina social de la Iglesia es fundamental en este momento» y añade que, aparte de en este servicio diocesano, «es una de las líneas guías de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar de la Conferencia Episcopal», de la que también forma parte. En este momento en el que «para tener un hijo hay que ser un poquito heroico», reivindica que «la Iglesia de Madrid realiza una labor muy importante al acompañar». Algo que no se traduce solo en la formación a personas desempleadas que proporciona Cáritas o en facilitar el acceso a la vivienda. También pasa por relacionar a diferentes generaciones y generar espacios de encuentro en las parroquias como antídoto para la atomización que se vive de forma particular en la ciudad. «Muchos jóvenes se ven incapaces de tener hijos y piensan que tener más de dos es una proeza». La vida en comunidad puede fortalecerlos para dar el paso.
Parroquias de encuentro
Para abordar los desafíos en comunidad y no como francotiradores, desde la Delegación de Familia «damos sobre todo temas de formación», especialmente desde que en 2022 «el Papa Francisco presentara en el X Encuentro Mundial de las Familias el catecumenado para la vida matrimonial». Bazal recoge el testigo del difunto Pontífice y sentencia que «hay que animar a las parroquias a revitalizar las comunidades laicales de familias». El bien a lograr es mucho, empezando por la profundización en la vida de fe. Pero también suponen un tercer espacio para las parejas que pasan todos los días entre el centro de trabajo y su domicilio; un lugar donde aprender de los matrimonios veteranos que la vida familiar es posible.
Lo intentan en la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe. Su vicario parroquial, Josué Emmanuel Suaste, explica que esta iglesia, vinculada a la congregación mexicana Misioneros del Espíritu Santo, «después del Concilio Vaticano II tuvo cierta fama de reunir a comunidades de base». Su propuesta para ayudar a las familias consiste en, en vez de hacer grupos específicos de matrimonios, organizar «comunidades de fe donde se vive de manera intergeneracional».
Miquel Corominas es párroco en Nuestra Señora de las Rosas, un barracón en el barrio homónimo. Aúna el acompañamiento material y humano a las familias. Así, además de tener una iniciativa de reparto de alimentos a hogares más vulnerables del vecino San Blas, «hacemos desde hace años la catequesis familiar», en la que los padres profundizan en los mismos temas que sus hijos. «Es lo más estratégico», considera el párroco, quien confía en esta fórmula para que los fieles se pongan cara y hagan vida juntos.
Aparte, tienen un grupo de 16 matrimonios en torno a los 50 años. «Y otro grupito que hemos peleado mucho de parejas jóvenes que se reúnen una vez al mes y comparten la vida». Son solo cuatro familias, pero han podido generar «un espacio muy privilegiado» para formarse y convivir. Completamente absorbidos por la vida laboral, mantenerlos comprometidos para que se reúnan no está siendo fácil, pero lo están consiguiendo.
«En las parroquias debe haber oración, formación y tiempo para compartir».
María Bazal
Delegación de Familia
Nuria Tor, la laica que los coordina, reivindica que «hay una gran necesidad en el tema de los matrimonios». Casada desde hace 26 años, explica que al atender a parejas más jóvenes «te das cuenta de lo frágil que puede ser» su unión. En su experiencia, otro «hándicap» que tienen los valientes que se atreven a casarse es que «hay muchas parejas donde no son creyentes los dos». Algo que dificulta «abordar todos los temas de la familia desde una perspectiva de fe». En uno y otro caso, «si no se aprende a cuidar la unión, al final tenemos los índices de separaciones que tenemos».
También en estos casos la Iglesia tiene algo que ofrecer. Suaste explica que Nuestra Señora de Guadalupe, recogiendo el encargo que el Papa Francisco hacía en la encíclica Amoris laetitia, proporcionan también «acompañamiento en el duelo a quienes han sufrido el drama del divorcio». A través del itinerario Sepas —sobre el que el vicario parroquial recalca que «no es un grupo de divorciados»— los sacerdotes y otros responsables de la comunidad procuran «iluminar con la fe un proceso de dos años con el que después puedan integrarse a la vida parroquia». Con 30 años de andadura, explica que «es un programa casi psicológico» para cuidar a las personas con problemas familiares.
RODRIGO MORENO QUICIOS
Alfa y Omega
