miércoles, junio 11, 2025
Periódico Avenida
NEWSLETTER
No Result
View All Result
  • Home
    • Home – Layout 1
    • Home – Layout 2
    • Home – Layout 3
  • OPINION
  • ENTREVISTAS
  • Other Brand
Periódico Avenida
  • Home
    • Home – Layout 1
    • Home – Layout 2
    • Home – Layout 3
  • OPINION
  • ENTREVISTAS
  • Other Brand
No Result
View All Result
Periódico Avenida
No Result
View All Result

Estrellas en la mar

Cholo Hurtado Por Cholo Hurtado
junio 6, 2025
en ACTUALIDAD, Nacional, OPINION
0
Inicio ACTUALIDAD

Como tantos otros, me puse en camino hacia Santiago. No importa el país del que vengas ni el dinero que tengas en el bolsillo. Todos andamos tras esas saetas amarillas. Las rutas y el destino son idénticos. Sin embargo, no hay dos itinerarios iguales, porque la procesión se lleva por dentro.

Por primera vez quise hacerlo solo. Nadie te empuja a ir más rápido ni nadie lastra tus pasos. Es más tuyo que nunca. Todo depende de tu voluntad y tu constancia. Al principio te entretienes, como si no fueras a ningún lado. Te detienes a mirar el paisaje de tanto en tanto y haces fotos que no volverás a mirar. Compras la única postal en venta y escribes apoyado en el primer buzón que encuentras.

Pero, en un momento determinado, decides concentrarte. Hay camino, pero si no haces camino al andar de poco te sirve. Te centras en la meta. ¿Por qué Santiago? Podrían hacerse los mismos kilómetros hacia París o hacia Roma. Pero desde hace siglos las gentes de todo el mundo caminan hacia esa pequeña ciudad gallega. Para coger la correcta dirección hay que pasar por la tumba del Apóstol.

Empieza a llover justo cuando comenzabas a ponerte profundo. Te cubres con un plástico enorme. Pareces un personaje olvidado de Tolkien. No sabes cuándo dejará de llover y estás en medio de la nada a cielo abierto. No queda más que seguir. Las vacas te observan con lástima bajo la lluvia unos instantes antes de volver su hocico a la hierba. No pierden contigo demasiado tiempo de su rumia: si compartes su fatalidad no debes ser mucho más inteligente.
Después de una hora bajo la lluvia aparecen en el horizonte cuatro casas situadas a lo largo de la carretera. Me topé con el único bar en kilómetros, con la esperanza de que en este oasis acepten tarjeta. No había nadie sin mochila. Fui a la barra y pedí un café mientras me desenfundaba la capa. Cuando me lo sirvieron me senté en la silla más cercana.

En la mesa de al lado había dos chicas. En la barra un señor mayor con rasgos nórdicos. Las dos chicas decidieron unilateralmente incluirme en su conversación. Ambas eran de Madrid. Una de ellas había dejado su trabajo; la otra nunca tuvo uno al uso, porque se dedicaba a la música.
Sin que lo viera venir, todo se puso muy trascendente. La primera hacía el camino porque quería «reencontrarse consigo misma». Creía en Jesús de Nazaret, por educación, pero «interpretado desde el budismo», por convicción. Pretendía realizar una transformación interior: quería encontrar el equilibrio perfecto de su vida. La amiga que había decidido acompañarla me habló del jazz y de lo mucho que le gustaba improvisar. No sabía si existía Dios o no, pero el ritmo de la vida le parecía prometedor.

Por fortuna, dejó de llover cuando se interesaron en mí. Les prometí mi respuesta en la siguiente parada. En mi destino el albergue estaba lleno, por lo que me alejé a buscar un hotel. En realidad, los desvíos forman parte del camino. La meta todo lo encauza. Recordé a la cantante y me vinieron a la cabeza aquellas palabras de Joe Pass: «Si te equivocas de nota, corrígela con lo que toques después». Pensé que mi religiosidad tenía más que ver con Louis Armstrong que con aquel señor de las saunas.

Al día siguiente me puse en marcha pronto. Esta vez no dejé de encontrarme gente. Lo cual a veces era de agradecer, porque hacían de hito en los cruces. Al ir sin compañía, por un camino poco frecuentado y en fechas extrañas, constantemente dependía de mí la certeza de estar en el camino correcto. Cuando entre una flecha y otra pasaba demasiado tiempo me asolaban las dudas y empezaba a patojear. Hacía tanto que no veía una nueva señal que la sensación de extravío desdibujaba la memoria de lo que habían visto mis ojos. ¿Seguro que estaba en el camino correcto?

No pocas veces la incertidumbre me angustió tanto que volví sobre mis pasos. Pero con el tiempo me obligué a sostenerme en la vacilación. Decidí que en esos momentos de desasosiego iba a continuar al amparo de mi temblorosa memoria y a la espera de un nuevo signo que me apaciguara. Había que seguir adelante.

Con esa convicción traté de superar a todos los compañeros de viaje. Pronto lo conseguí. Autocomplacido, saboreé mi heroicidad con un trago de agua. Volvía a ser mi propio guía. Le cogí el gusto a aquel vértigo. Pero esos instantes de gloria se esfumaron ante una figura que se acercaba a gran velocidad. Cerré mi botella y me dispuse a defender mi marca.

Pese a mis esfuerzos, por el dolor de mis rodillas bajé el ritmo y me alcanzó. Pero no me adelantó. Cuando impacientado me di la vuelta vi que era aquel anciano guiri del bar. Se había acoplado a mi velocidad para quedarse a una distancia prudencial. La suficiente para ir conmigo, pero sin mí. Cuando llegamos a una fuente se paró a beber, pero yo continué hasta perderle de vista. Al poco tiempo volvió a darme alcance a la misma velocidad, para quedarse a la misma distancia. Aquello me incomodaba.

Pero cuando Santiago empezó a asomar las orejas, se puso a mi lado y me dijo en inglés: «Querría disculparme. Le he seguido porque le vi caminar decidido. Me ponían nervioso las distancias entre las flechas y me sentía perdido. Me recordaba a mi vida. Nunca he soportado elegir; siempre me he dejado llevar. Me enamoré de la primera mujer que me quiso un poco. Desde que me dejó, he ocupado mi vida en la oficina. Ahora me he jubilado y no soporto la libertad. Prefiero ser una sombra que llega siempre a la meta sin saber nunca adónde va». Entonces entendí aquel verso: «Not all those who wander are lost» («No todos los que vagan están perdidos»).

CARLOS PÉREZ LAPORTA
Sacerdote

Publicado en Alfa y Omega el 5.6.2025

ShareTweetPin
Siguiente entrada
El Papa a la Secretaría de Estado: «Me consuela saber que no estoy solo»

El Papa a la Secretaría de Estado: "Me consuela saber que no estoy solo"

Deja una respuesta Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Periódico Avenida

© 2023 Periódico Avenida Diseñado por Millennium Sistemas

Navegación

  • About
  • Advertise
  • Privacy & Policy
  • Contact Us

Síganos

Welcome Back!

Login to your account below

Forgotten Password?

Retrieve your password

Please enter your username or email address to reset your password.

Log In

Uso de cookies

Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar nuestros servicios y mostrarle publicidad relacionada con sus preferencias mediante el análisis de sus hábitos de navegación. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.
ACEPTAR

Aviso de cookies

Add New Playlist

No Result
View All Result
  • Home
    • Home – Layout 1
    • Home – Layout 2
    • Home – Layout 3
  • OPINION
  • ENTREVISTAS
  • Other Brand

© 2023 Periódico Avenida Diseñado por Millennium Sistemas

This website uses cookies. By continuing to use this website you are giving consent to cookies being used. Visit our Privacy and Cookie Policy.
Are you sure want to unlock this post?
Unlock left : 0
Are you sure want to cancel subscription?