Hacía más de un siglo que los fieles no podían rezar ante los restos de la reformadora carmelita, muerta en 1582, que sigue incorrupta. Solo se habían expuesto en 1760 y 1914.
29 de mayo 2025.- La última vez que se expuso el cuerpo de santa Teresa de Jesús para su veneración pública fue hace más de un siglo, en 1914. De esta forma, lo que ha ocurrido en la basílica de la Anunciación, en Alba de Tormes, entre el 11 y el 25 de mayo, puede calificarse de histórico. La misma santa Teresa, la religiosa que reformó el carmelo, la que revitalizó la vida religiosa del siglo XVI con la fundación de numerosos conventos, la mística y doctora de la Iglesia, yace en una urna de plata abierta. Ante ella han pasado cerca de 90.000 personas para rezar frente a sus restos mortales, que permanecen incorruptos a pesar de que la abulense murió en 1582.

En el acceso al templo, tal y como puede comprobar Alfa y Omega uno de los últimos días de la veneración pública, todo está dispuesto para acoger a una gran multitud: vallas que delimitan los lugares de tránsito, señales que indican la entrada y la salida, carteles donde se deja claro que está prohibido hacer fotos y numerosas personas con una tarjeta identificativa colgada al cuello con la palabra «organización». Paco Villa es una de estas personas. Nació en Garcihernández, pero a los 6 años se vino a vivir a la villa de la santa y, de hecho, se siente albense. «Como casi todos por aquí», profesa una profunda devoción por Teresa de Jesús. Para demostrarlo se retrotrae a 1976, cuando le tocó hacer el servicio militar: «Recuerdo que me coincidió con una procesión de la santa y he de confesar que agarré un coche y me escapé del cuartel para poder asistir».
«No veneramos un cadáver, sino una reliquia»
Miguel Ángel González
Prior de los Carmelitas Descalzos de Alba de Tormes
A la hora a la que llegamos al lugar todo aquello parece excesivo —está incluso la Guardia Civil custodiando los accesos—. No obstante, bastan los pocos minutos que nos entretenemos hablando con Villa para darnos cuenta del error. De pronto, aparece un grupo compuesto por 70 indios, que se sitúan entre las vallas dispuestos a entrar a la basílica. Tras ellos, se colocan los alumnos de un colegio diocesano de Rennes (Francia). Su profesor, Isaac, nos cuenta que están de viaje cultural en Salamanca, pero que al enterarse de la exposición del cuerpo de la santa «cambiamos nuestros planes para poder estar aquí hoy». Los chicos «se han quedado impresionados», asegura en un perfecto español. La escena la completan dos vecinas del pueblo —Fernanda y Almudena—, un par de ciclistas que han detenido su marcha para honrar a la patrona de Alba de Tormes, un matrimonio joven con su hijo recién nacido y el obispo de Cuenca, José María Yanguas, en cuya diócesis se encuentra la decimotercera fundación de Teresa de Jesús. Pero más allá del compromiso institucional, el prelado nos confiesa que ha sido «la devoción y el cariño que le profeso a la santa» lo que le ha llevado a visitar la basílica.
Una vez dentro, Yanguas se detiene ante los restos mortales para rezar. Después, se sienta a la izquierda de la urna para participar en el rosario y la Eucaristía. «Los sacramentos son el momento culmen de la veneración del cuerpo, lo más importante», explica a Alfa y Omega el prior de los Carmelitas Descalzos de Alba de Tormes, Miguel Ángel González, que es el encargado de recitar los misterios luminosos. En ese momento, en la basílica ya no cabe ni un alma. La escena es llamativa, pues se trata de un jueves laborable. La afluencia de peregrinos es tan grande que se ha dispuesto la iglesia de San Juan de la Cruz, situada a pocos pasos de la basílica, para que los fieles puedan seguir en ella la celebración a través de unas pantallas de televisión.

A pesar de la multitud, en la basílica reina el silencio. «Hay un ambiente generalizado de respeto y de oración», asegura el prior, cuyas palabras se ven encarnadas en dos chicos jóvenes que musitan una plegaria arrodillados ante la urna de plata. «Deseamos que la veneración sea motivo de acercamiento a Jesucristo y a la Iglesia por parte de los peregrinos, de evangelización para todos los visitantes y de un mayor conocimiento de santa Teresa de Jesús», sostiene González. Y la verdad es que, de algún modo, todo eso ocurre cuando uno se sitúa a los pies de santa Teresa. Uno siente deseos de emular a aquella religiosa. Y al tenerla tan cerca, y ella estar tan cerca de Dios, interiormente la sensación es como si el Señor estuviera allí sentado en el primer banco o santiguándose al pasar ante el féretro, como hace el peregrino de la foto que preside este artículo.
JOSÉ CALDERERO DE ALDECOA
Alfa y Omega