Un grupo de 40 personas entre las que se encontraban migrantes, personas sin techo, transexuales o presos de la cárcel romana de Rebbibia han recibido el féretro en las escalinatas de la basílica con rosas blancas.

28 de abril 2025.- Bajo un radiante sol, miles de personas han acompañado el féretro del Papa Francisco hasta su llegada a la basílica de Santa María la Mayor. Seis kilómetros desde la plaza de San Pedro que ha recorrido el papamóvil, adaptado con una plataforma para que fuera posible ver el ataúd, y que ha atravesado algunos de los sitios más emblemáticos de la Ciudad Eterna, como la Plaza Venecia o el Coliseo Romano.
Una multitud de fieles, —muchos de ellos no pudieron entrar a la basílica de San Pedro para despedirse ante el féretro—, no ha dejado de estar presente durante todo el recorrido. Aplaudiendo, fotografiando este momento histórico, con lágrimas en los ojos o simplemente en silencio en un momento de recogimiento y oración. Incluso también se han escuchado algunos «Viva Francisco» o «Viva el Papa», expresados sobre todo por los jóvenes que han venido para el Jubileo de los Adolescentes.

De esta manera, el féretro de Francisco ha llegado a su destino final: la basílica de Santa María la Mayor, cuyas campanas han repicado para dar la bienvenida al Pontífice, al igual que las miles de personas que se han aglomerado en las inmediaciones del templo.
En correspondencia con esa dinámica del amor que tanto recalcó Francisco, en las escalinatas de la basílica le esperaba una representación de quienes eran sus favoritos: los pobres y marginados del mundo. Un grupo de 40 personas entre las que se encontraban migrantes, personas sin techo, refugiados, pobres, transexuales y presos de la cárcel romana de Rebbibia, que Francisco visitó. Todos ellos se encontraban sujetando rosas blancas explicitando que «los pobres tienen un lugar privilegiado en el corazón de Dios», según expresó Francisco tantas veces.
Una vez en el interior de la basílica, dos niños y dos niñas han portado dos cestas colmadas de rosas blancas ante la Salus Populi Romani, el icono mariano que tanto quería Francisco y delante del cual rezó tantas veces, especialmente antes y después de sus viajes apostólicos, o cuando salió de su ingreso hospitalario. Una última ofrenda ante la Virgen hecha por los niños, aquellos por los que el Papa sentía especial cariño.

La ceremonia del entierro ha sido de carácter privado e íntimo, solo con la presencia de las personas más cercanas a Francisco y nueve cardenales. Debido a ese carácter, las cámaras de televisión no han emitido en directo ese momento de recogimiento, aunque luego la Oficina de Prensa de la Santa Sede sí ha dado algunos detalles. El rito de la inhumación ha comenzado sobre las 13 horas, ha durado apenas 30 minutos dentro de la basílica de Santa María la Mayor y ha estado presidido por el cardenal camarlengo, Kevin Joseph Farrell, quien ha comenzado con un responso. Después, el ataúd ha sido atado con un listón rojo con los sellos de la Cámara Apostólica, la prefectura de la Casa Pontificia y la Oficina de las Celebraciones Litúrgicas.
Después se ha colocado sobre una caja de plomo sobre la que se han grabado tres sellos y esta se ha metido dentro de otro féretro de roble con dos símbolos: una cruz y el escudo de Francisco. Con la Salva de fondo, se ha dado sepultura. Al final, el notario del Capítulo de la basílica de San Pedro ha escrito el acta del entierro, que se ha leído en voz alta y ha sido firmado por el camarlengo y el prefecto de la Casa Pontificia.
ESTER MEDINA RODRÍGUEZ
Alfa y Omega