Bienvenidos a la Puerta del Sol. Por primera vez, esta fiesta del 2 de Mayo que preparamos durante un año, la celebramos íntegramente en la calle, con todos.
Lo que pasa en Madrid resuena en toda España, en Hispanoamérica y en el mundo. Así ocurrió esos 2 y 3 de mayo de 1808. Y así venía ocurriendo desde que Felipe II nos puso en la Historia haciéndonos capital, y construyendo en esta región uno de los monumentos más importantes de la humanidad, El Escorial: desde allí se regían los destinos de las Españas, de un mundo hispánico en el que no se ponía el Sol.

Desde los Reyes Católicos ya éramos los primeros Estados-nación de la Historia. Y en Madrid ya se oían todos los acentos, y se acogía en sus calles y reales sitios a todos los que tenían algo que aportar, a los que tenían sueños, proyectos, a quienes tenían ganas de triunfar, o algo que contar.
El 2 de mayo de 1808 fuimos de nuevo motor de España y de Europa, que se veía invadida por una Francia que sorprendía y asustaba a partes iguales.
Demostramos que Napoleón no era invencible. Que el pueblo unido lo podía todo. Como siempre había sido en esta Hispania romana, visigoda, y empeñada durante ocho siglos en ser europea, occidental. Y como seguimos demostrándolo años después.
“Ustedes no pueden figurarse cómo eran aquellos combates”, señaló el madrileño de Canarias Benito Pérez Galdós en sus Episodios Nacionales, quien escribió que “cuando la multitud, sintiéndose libre, se extendía hacia la Puerta del Sol, una lluvia de metralla le cerraba el paso”, mencionando el coraje de los madrileños frente a aquel ejército profesional, el más poderoso de Europa.
Aquellos fueron unos días sin Gobierno, sin ejército y sin Corona, y por eso el pueblo lo dio todo. Lucharon por la soberanía nacional, por la unidad y la integridad de la Patria. Por la libertad de todos.
Pero no debemos dejar que aquellos hechos heroicos borren siglos de grandes monarcas españoles: grandes líderes de Occidente, mecenas de las artes sin igual, y, sobre todo, muy humanos.
Mientras, hoy, como tantas veces en nuestra Historia, el Ejército vuelve a ser motivo de admiración y también afecto.
Y el pueblo de Madrid sigue aquí, grande y vibrante, como siempre. Lo demostró en la pandemia, en Filomena, y hace unos días durante el bochornoso apagón que dejó España a oscuras.

El trabajo de los ciudadanos y de nuestros servidores públicos ha sido espectacular, especialmente en las infraestructuras críticas como Metro de Madrid, Canal de Isabel II, Madrid 112, los hospitales y las residencias de mayores.
Me gustaría rendir particular homenaje al personal de Metro de Madrid, desde técnicos a inspectores, jefes de sector, oficiales, vigilantes de seguridad y maquinistas, que desalojaron con seguridad a los viajeros de trenes y ascensores nada más producirse la caída masiva del suministro eléctrico.
Tras comprobar que todos los usuarios, hablamos de más de 150.000, estaban evacuados y fuera de peligro, los maquinistas se negaron a dejar abandonados sus trenes y volvieron a ellos, donde permanecieron hasta 10 horas a oscuras hasta ser relevados. Y mientras, el resto del equipo revisó palmo a palmo cada kilómetro de túnel para asegurarse de que no se quedaba un solo objeto caído en las vías.
El personal de Metro de Madrid, uno de los mejores suburbanos del mundo, nos ha dejado testimonios para la historia. Y por eso los viajeros desalojados, a pesar de la situación, tuvieron la misma palabra en su boca: “gracias”.
También este fue el caso de Josué, gerocultor, que caminó durante horas hasta Plaza Elíptica para coger un autobús y así llegar a su turno de tarde en la residencia pública de Getafe para personas con Alzheimer.
Allí se acercaban los familiares al anochecer, preocupados por sus mayores. Para su sorpresa, los encontraron bailando y cantando, acompañados por una radio a pilas junto a los profesionales que les cuidan y quieren cada día.
Tampoco se le olvidará el apagón a Milagros, vecina de Torrelaguna, que necesitaba oxígeno urgente tras fallarle la máquina que tenía en su casa, y fue acogida en la residencia pública del municipio, donde recibió atención inmediata y pasó la noche.
O el caso de Ángel, Marco, Jorge y Juan, trabajadores de la Gran Residencia Vistalegre en Carabanchel, que salieron corriendo con extintores a ayudar a la Policía Nacional y sofocar así un incendio en una vivienda colindante hasta que llegaron los bomberos.
La sanidad madrileña volvió a dar ejemplo.
Toda la red entre hospitales, centros de salud, el Centro de Transfusión, los Puntos de Atención Continuada y el SUMMA 112, funcionó en todo momento de manera coordinada y eficaz, garantizando la atención a todos los pacientes.
Y nacieron 96 niños en los centros públicos de la Comunidad de Madrid, 96 vidas.
Pero debemos dejarlo claro: la fabulosa solidaridad, o la alegría de vivir que asombra y contagia a los que nos visitan, no deberían hacernos olvidar la gravedad de lo ocurrido. No podemos acostumbrarnos al desastre, ni al sectarismo, ni a la mentira.
Precisamente fue la invasión francesa de 1808 la que produjo la mayor destrucción de prosperidad, de arte, y de capacidad de influencia de la Historia de España.

Los Historiadores de la economía cifran en 150 los años de retraso económico derivados de la invasión, la guerra y el expolio de los franceses. Y les siguieron la inestabilidad, la división social, la politización de todo, las ideologías totalitarias (el nacionalismo, el comunismo, el fascismo), el guerracivilismo, la ruptura con Hispanoamérica…, en fin, el siglo XIX: lleno de revoluciones, de ruina.
A pesar de los meritorios esfuerzos de épocas como la Restauración, no fue hasta la Transición española, que comienza en 1975, –más el ingreso en la OTAN y luego en la Unión Europea–, cuando España empezó a recuperarse: a tener de nuevo una economía comparable al resto de naciones de Europa, a recuperar su influencia y prestigio en el mundo.
Lo hicimos entre todos, con el Rey al frente, con un Ejército que supo renovarse y ponerse a la altura de los tiempos, lo mismo que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, nuestros transportes, nuestras ciudades: la sociedad española entera.
Lo hicimos de la Ley a la Ley pasando por la ley; a pesar de los fanáticos terroristas, a pesar de los agoreros. También nos hemos reencontrado como nunca con Hispanoamérica, y en esto Madrid ha vuelto a ser motor.
Hemos logrado volver a ser la gran nación europea y transatlántica que nació hace más de cinco siglos. Lo hemos logrado unidos, en concordia, con eficacia, y con alegría.
Esto no puede irse al garete por culpa de nadie. Que nadie se confunda: el buen carácter de los españoles no es pasividad, ni sumisión, ni indiferencia: amamos España, nuestra familia, nuestros amigos, y nuestra forma de vida en libertad.
Somos ante todo humanos, y detrás de cada uno sabemos ver a una persona, al otro. Nos sale la solidaridad, incluso la gracia. Pero junto con este amor por los demás y por la realidad, tenemos mucho amor propio. Así tiene que ser. Que a nadie se le olvide.
Que nadie se crea que puede tomarnos por tontos, que se puede acabar con nuestro buen nombre en el mundo, porque nos costó casi dos siglos recuperarlo.
Y quienes lo olviden verán cómo el pueblo español les sorprende una vez más.
Y como en Madrid lo sabemos bien, llevamos mucho tiempo tratando a todos como adultos responsables, libres, y con respeto por la verdad y la vida.
Madrid sigue aquí, al servicio de toda España. De la España real, la fiel, la que no les falla a sus vecinos de Portugal, ni a sus socios europeos, ni la OTAN, ni a sus hermanos americanos que en esta región buscan la libertad y la prosperidad perdidas. La España de todos, la acogedora, eficaz, y con ganas.
España es una gran Nación, sin la que no se explica la Historia de la humanidad, con una obra única: la de la Hispanidad, con la lengua viva más importante del mundo, el español, porque cuenta con un patrimonio de más de mil años de cultura, y en la que nos entendemos casi 600 millones de personas a ambos lados del Atlántico.
Madrid es la Plaza Mayor de la Hispanidad, capital europea de los estudios superiores en español, segunda casa de todos.
Y desde esta Puerta de Sol que todo lo sabe, que ha visto a tantos luchar por la libertad, a genios universales, y miles de valientes anónimos, reivindicamos hoy el orgullo de ser españoles.
El mundo necesita la versión española de ver la vida, justo la que brilla y asombra en Madrid, con todos sus acentos.

Las hazañas de los españoles durante siglos de Historia hablan por sí solas: somos eficaces, imaginativos, valientes. Pero también, que no se olvide, siempre humanos. Los españoles siempre sentimos los ojos de nuestras madres y abuelas que, desde alguna parte, nos miran y nos recuerdan quién nos crió.
A nosotros nadie nos encierra, nos apaga, ni nos deja en evidencia ante el mundo. Y jamás seremos crueles, ni egoístas, ni indiferentes, ni cobardes.
Somos trabajadores como el que más, pero sin olvidar jamás la alegría de vivir, a los que nos rodean y a los que vendrán: que la vida siempre significa algo más.
Si alguien duda de que España es así, que se venga a Madrid, y escuche por sus calles esta misma forma de ver la vida, en todas sus formas.
Una sociedad representada por los hombres y mujeres hoy premiados aquí, en la Puerta del Sol, en nombre de todos los madrileños.
Quiero destacar, en primer lugar, a los profesionales y voluntarios de la Comunidad de Madrid que actuaron durante la DANA de Valencia y durante el peor episodio de lluvias en los últimos 150 años en Madrid, hace poco más de un mes.
Son los trabajadores de la Agencia de Seguridad y Emergencias Madrid 112; el equipo de Emergencia y Respuesta Inmediata (ERICAM); el Equipo de Respuesta logística Inmediata de Voluntarios de Protección Civil ante Emergencias (ERIVE); el Cuerpo de Bomberos de la Comunidad de Madrid –vaya por delante nuestro reconocimiento a los bomberos de Alcorcón después de esta terrible pérdida- y su equipo Especial de Rescate en Altura; el Cuerpo de Agentes Forestales; policías locales de diferentes municipios; Canal de Isabel II; el Consorcio Regional de Transportes; Metro de Madrid; el sector de gruistas; el Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses, y las Oficinas de Atención a Víctimas del Delito, entre otros.

Muchos valencianos nos han contado que, en los peores momentos de la DANA, cuando perdían la esperanza, aparecía un uniforme o camiseta con la palabra “Madrid”, y les dio confianza, seguridad y supieron que, a partir de ese momento, todo iba a ir un poco mejor. Y no cabe más orgullo.
Hoy premiamos también al restaurante Botín, el más antiguo del mundo en funcionamiento continuo, que cumple 300 años a la cabeza de nuestros comercios centenarios. Un ejemplo de nuestra mejor hostelería, en el mejor momento que ha vivido nunca.
También aplaudimos a Jorge Martín, gran campeón de Sanse, quien ha hecho historia al ser el primer piloto madrileño de moto GP en ganar un mundial.
Y a Jose Coronado, que se ha ganado a pulso ser uno de los actores más prestigiosos, respetados y queridos en español, es decir, entre más de 600 millones de personas en todo el mundo.

Además, premiamos a la Fundación FAD Juventud y Proyecto Hombre Madrid, por haber dado la batalla todos estos años, a veces muy solos, contra la mayor amenaza contra nuestra sociedad, que son las drogas. Gracias por tanto.
Por su parte, el Colegio Oficial de Ingenieros Industriales cumple 75 años al servicio de la región y de España. Y la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de la Politécnica, cumple 175, siendo una de las más reconocidas del mundo.

Ilia Topuria, español de Georgia, es un verdadero luchador, un hombre hecho a sí mismo, un enorme deportista, en el que tantos jóvenes se miran y a los que inspira con sus valores y actitud ante la vida.
Igual que José Mercé, tan madrileño como andaluz, maestro del cante y leyenda viva del arte flamenco y de la Historia de la música, muy querido precisamente en esta capital donde el flamenco brilla, como en Andañucía y en tatos otros rincones de España, capital del tablao flamenco entre otras cosas gracias a maestros como Mercé.

Como la Cuesta de Moyano, símbolo de las letras madrileñas, que cumple 100 años de pasión por los libros de lance, y donde todos hemos comprado alguno de nuestros pequeños tesoros.
Hoy premiamos también a Pedro Schwartz, maestro del pensamiento económico liberal, quien a sus 90 años representa a una generación de intelectuales.
Además, entregamos nuestra Gran Cruz a los profesionales del centro diurno de atención a pacientes con ELA del Hospital público Enfermera Isabel Zendal. Su compromiso con la mejora de la calidad de vida de los pacientes, familias y sus cuidadores es ciertamente extraordinario.

Al igual que premiamos a los fundadores del Hayedo de Montejo, en el 50º aniversario de su declaración como Sitio Natural de Interés Nacional. Este bosque de hayas es patrimonio natural de la UNESCO gracias a estos cuatro jóvenes que dedicaron su vida a cuidarlo, conocerlo y ayudarnos a todos a protegerlo para las siguientes generaciones.
También recibe la Gran Cruz Massiel, cantante, actriz, mujer libre y con criterio, tras una carrera de décadas en España, América y Europa. La primera española y única madrileña ganadora del Festival de Eurovisión. Le gusta que le llamen la “Tanqueta de Leganitos”, y así quiero subrayarlo.

Cierran estos premios Onda Madrid, la radio que cumple 40 años dando voz a los madrileños de todos los rincones. El periodismo más cercano y auténtico que ha acompañado al pueblo de Madrid de manera fiel y veraz durante estas décadas.
Y para saber cómo somos los españoles basta también mirar a nuestro Ejército, que todo Madrid admira y espera siempre.
Su misión es garantizar de modo permanente la unidad, soberanía e independencia de la Nación española, su integridad territorial y el ordenamiento constitucional, protegiendo la vida de la población y los intereses de la Patria.
El honor, la lealtad, y el sacrificio son sus valores, bajo el mando supremo de su Majestad el Rey.
La Princesa Leonor nos enorgullece y admira a todos ahora en sus años de formación militar.
Desde los Reyes Católicos contamos con un ejército nacional.
Desde 1811 las Cortes de Cádiz ordenaron que se celebrara “de forma perpetua”, “con formación de tropas y salvas militares”, la muerte de los sacrificados en Madrid el 2 de mayo de 1808 en defensa de España, en “una jornada de horror y gloria” para la Nación española.
Este año, el pueblo de Madrid está dolido y echa de menos a sus Fuerzas Armadas.
Los madrileños quieren y admiran a su Ejército. Siempre con ellos, en los malos y en los buenos momentos. Un cuerpo de élite, querido y admirado en todo el mundo. Hombres y mujeres que dan su vida por la nuestra, sin importar momento o circunstancia.
Por eso los madrileños se echan masivamente a las calles para verlo desfilar. Sin fallarle nunca.
Somos la capital de este Reino.
Sabemos que esta ausencia no la quiere nadie.
Madrid, unida y alegre, volverá a celebrar a sus héroes con su Ejército, que está siempre donde debe, a la altura de esta Nación centenaria que amamos y en la que, juntos, ponemos nuestras esperanzas.
Digan conmigo:
Viva Madrid,
Viva el Rey,
Viva España.
Muchas gracias.

Viernes, 2 de mayo de 2025
FOTOS: COMUNIDAD DE MADRID