Irene, misionera idente, relata la experiencia vivida junto a doscientos jóvenes de Idente Youth y la fuerza vocacional de una cascada de gracia en el corazón del Jubileo.
Ciudad del Vaticano, 7 de agosto 2025.- Roma, domingo por la tarde. Las calles comienzan a vaciarse, mientras metros y autobuses se llenan de jóvenes que emprenden el regreso al término del Jubileo. El trayecto de vuelta a casa aún es largo. Los autobuses, en domingo, no pasan con frecuencia.
Entre los miles de jóvenes caminan también numerosos consagrados: religiosas, sacerdotes, acompañantes. Han compartido mucho más que bailes, flashmobs, esperas, calor, cansancio. Están en medio de la multitud, a menudo invisibles, como la sal. Pero atentos. Entre ellos, Irene Scifoni -misionera idente- acompaña a un grupo de doscientos jóvenes procedentes de diversos países: Ecuador, Corea del Sur, Italia, España, Japón, Honduras, Estados Unidos, Colombia.

Me acerco a ella y le pregunto: «¿Qué has visto conviviendo día y noche con estos chicos?».
¿Quiénes son?
«Ha sido realmente una cascada de gracia, como ha dicho el Papa», responde Irene. Y enseguida aclara: «Por “gracia” entiendo rostros felices, fraternidad auténtica, cargas compartidas, lágrimas de gratitud, corazones sedientos. Jóvenes que se han dejado tocar hasta el fondo, que se hacen preguntas radicales, que acogen el anuncio como algo incontenible». Se trata, en su mayoría —como ella misma describe—, de jóvenes sin una fe heredada ni una práctica religiosa, alejados de parroquias o instituciones. Su pertenencia está más ligada al espíritu que se respira en un oratorio o en una asociación que a la participación en los ritos. Pueden creer en Dios, pero sin un vínculo con la oración o con las formas tradicionales de la fe, especialmente en el contexto europeo.

¿Qué buscan?
De su relato emerge con claridad que estos jóvenes se han descubierto a sí mismos como protagonistas de un cambio que ya no puede postergarse. «Día tras día —continúa— descubren que son capaces de grandes deseos».
Entonces le pregunto: «¿Qué te ha sorprendido, desconcertado… evangelizado?».
«Algunos me dicen: “No sabía que tenía tanta sed”. Y yo misma los veo tomar decisiones firmes, verdaderas. No están aquí por casualidad: son protagonistas de un giro que sienten que ya no pueden aplazar».

¿Qué descubren y qué enseñan?
También Roma, a los ojos de los chicos, ha adquirido un rostro nuevo. «Los jóvenes romanos están sorprendidos. Me dicen: “¿Pero esta es de verdad nuestra ciudad?”».
Han participado en Diálogos con la ciudad, con un taller propuesto por nuestra asociación Idente Youth: Rompe el círculo. Un espacio de encuentro y diálogo profundo en el contexto cotidiano de las calles romanas.
«Y allí —añade— ha pasado algo».
Hace una pausa. Luego continúa: «Era como estar en una especie de confesionario al aire libre. Los jóvenes que encontrábamos por la calle me evangelizaban. De verdad. Con sus heridas, sus preguntas, su libertad».

Más allá del evento: preparar tierra sagrada
No faltan reflexiones más amplias sobre la vida consagrada y el desafío del testimonio. «Para los consagrados, los religiosos, los sacerdotes, el deseo es que ningún Jubileo se reduzca a una sucesión de eventos. La esperanza no puede ser un eslogan».
Las tareas organizativas y las dificultades logísticas no han dado tregua: largas esperas, calor, desplazamientos exigentes. Pero, como cuenta Irene,«cada esfuerzo ha estado atravesado por una gracia silenciosa, que me invitaba a custodiar cada instante. No quería que los chicos perdieran nada de lo que estaba ocurriendo. Intento recordar que lo que estábamos preparando era una tierra sagrada, el lugar donde Dios desciende para encontrarse con un corazón herido y sediento que, tal vez, ni siquiera sabe que lo está buscando».

Una cascada desbordante
El Papa León XIV ha definido estos días como «una cascada de gracia». Irene lo confirma: «Sí, una cascada: fresca, potente, desbordante».
Todavía aturdida por el camino, lleva en los ojos el reflejo de unos días intensos e imprevisibles.
ELEANNA GUGLIELMI