Declaración del representante de la Santa Sede, monseñor Arnaud du Cheyron de Beaumont, en la tercera Conferencia Internacional sobre los Países en Desarrollo sin Litoral, celebrada en Awaza, Turkmenistán, el pasado 6 de agosto: la miseria «no es inevitable, es consecuencia de estructuras injustas y de decisiones políticas, y por lo tanto puede y debe superarse».
9 de agosto 2025.- Existe un comercio con vocación sana, aquel que se basa “en el principio de la destinación universal de los bienes”, aquel que garantiza desarrollo y, por tanto, dignidad. Pero lamentablemente también existen formas de “comercio injusto”, que penalizan con reglas “internacionales injustas” a aquellos países estructuralmente más débiles, que “sufren a menudo de una carencia de capitales, agravada frecuentemente por el peso de la deuda externa”.
Así lo señaló monseñor Arnaud du Cheyron de Beaumont, jefe de la Delegación de la Santa Sede en la tercera Conferencia Internacional sobre los Países en Desarrollo sin Litoral, celebrada en Awaza, Turkmenistán, el pasado 6 de agosto.

Con las reglas de la solidaridad
Precisamente, los países en vías de desarrollo sin salida al mar son una porción geográfica que sufre más las modalidades de un comercio injusto, que en estas áreas llega fácilmente a provocar “un intenso exceso de explotación ambiental”, llevando “a hambre y pobreza”.
Para remediar este escenario -afirma- “el comercio debe ser moldeado por las necesidades de la justicia y de la solidaridad” y el comercio internacional, “adecuadamente orientado, promueve el desarrollo y puede crear nuevas oportunidades de empleo y proporcionar recursos útiles”.
La pobreza es hija de injusticias
Como en muchas otras circunstancias, el representante del Vaticano apela a la comunidad internacional para que opte por una voluntad política concreta, en particular en favor de los países objeto de la conferencia en Turkmenistán y que a menudo están gravados por formas de pobreza “difusa y compleja”, que niega a “millones de personas sus necesidades fundamentales”.
Estos países -recuerda- aunque diferentes en historia, cultura y economía, “enfrentan los mismos desafíos sistémicos, entre ellos cargas insostenibles de deuda, altos costos de transporte y vulnerabilidad a los cambios climáticos y shocks externos”.
La pobreza -observa aún el prelado- “deriva de diversas formas de privación cultural y de la negación de los derechos culturales”, pero con ello “no es inevitable; es consecuencia de estructuras injustas y decisiones políticas, y por ello puede y debe ser superada”.
El comercio promueve el bien de todos
La persona humana -concluye- “debe permanecer en el centro de todas las estrategias de desarrollo” y el comercio y el crecimiento económico “no son fines en sí mismos, sino medios para promover el desarrollo humano integral de cada persona y el progreso del bien común”.
ALESSANDRO DE CAROLIS