Este sábado se han ordenado once jóvenes en la catedral de la Almudena de Madrid. A ellos el cardenal les ha pedido que celebren «los sacramentos como forma de vida».
26 de mayo 2025.- «La alegría nos reúne. El pueblo de Dios se alegra». Han sido las primeras palabras del cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, en la solemne celebración de las ordenaciones presbiterales en la catedral de la Almudena de este sábado.

La alegría desbordaba en una catedral repleta, incluidos pasillos y laterales, de familiares y amigos de los que en minutos iban a ser nuevos presbíteros para la diócesis de Madrid: Antonio Gil-Delgado Ruiz de la Prada, Héctor Gregorio Crespo, Adrián León Soltero, Jaime López-Riobóo Zárate, Juan Orduña Méndez, Álvaro Pérez Turbidí, Roberto Reyes Guzmán, Jesús Rodríguez Jara, Juan José Rodríguez Rojas, Carlos Tamames Grech y Pablo Vidal González.
Resonaban fuertes sus «presente» ante el Pueblo de Dios, cuando decían sus nombres. Presente en un nuevo sí al Señor, como tantos ha habido en el camino que cada uno ha recorrido hasta este 24 de mayo. Sus rostros reflejaban también esa alegría emocionada.
La Palabra de Dios, viva y eficaz, promete en el Evangelio de Juan el envío del Espíritu. Y así se ha hecho vida en la catedral en estos once jóvenes que iban a ser ordenados, como decía Cobo en la homilía, «por la imposición de las manos y por la Unción del Espíritu Santo».
«En esta catedral esta tarde —ha afirmado el arzobispo al comienzo de su predicación— si algo se percibe es la alegría de todos por lo que ocurre hoy a todo el Cuerpo de Cristo». Un milagro, ha dicho, cuyo motor es «el amor de Dios». Esa llamada por su nombre que Dios les ha hecho a los once candidatos al sacerdocio es «la misma que escucharon los apóstoles».

La respuesta es que «ofrecéis toda vuestra persona al ministerio; ya no os pertenecéis, el Señor y la Iglesia toma posesión de vuestra persona y de vuestras vidas». Y ha añadido: «Desde este día os debéis en amor a Jesucristo y a su Iglesia». De esta forma, el arzobispo de Madrid les ha animado a que cultiven la «acogida y cercanía con el Pueblo de Dios, imitando a Jesús». Porque ellos son «enviados al Pueblo de Dios, vuestro lugar está en medio de la gente; les pertenecéis».
También les ha pedido «que celebréis los sacramentos como forma de vida» y que «no tengáis miedo». En el Señor «encontramos el ánimo y la fortaleza en la dificultad». Son estos jóvenes sacerdotes «pastores en tiempos nuevos, no para repetir esquemas, sino para dar respuestas pastorales nuevas a tiempos y desafíos nuevos».
«Elegidos para el ministerio de los presbíteros»
Después de prometer los ordenandos respeto y obediencia al obispo y a sus sucesores, llegaba el momento central de la celebración, que ha empezado con el cántico de las letanías de los santos. Tras esto, con la imposición de las manos por el obispo, la acogida del presbiterio y la plegaria de ordenación, nacían para la Iglesia sus nuevos sacerdotes.
«Te pedimos Padre Todopoderoso que confieras a estos siervos tuyos la dignidad del presbiterado, renueva en sus corazones el espíritu de santidad, reciban de ti el segundo grado del ministerio sacerdotal y sean con su conducta ejemplo de vida», ha cantado el cardenal Cobo. Tras este momento, ha llegado el revestimiento con la casulla y dos ritos que explicitaban lo que acaba de ocurrir: la unción de las manos y la ofrenda para la Eucaristía. «Conforma tu vida con el misterio de la cruz del Señor», proclama el rito.
La celebración concluía con las palabras agradecidas del cardenal Cobo a los sacerdotes presentes —entre ellos los obispos auxiliares de Madrid José Antonio Álvarez y Vicente Martín— y a las familias y allegados de los nuevos sacerdotes. «Ahora empieza todo; gracias por vuestro sí, y a vuestros padres especialmente por la generosidad». Y ha lanzado un reto: que «por lo menos» salgan otros diez nuevos sacerdotes de esta celebración. «Gracias a los que os lo habéis pensado».
Un aplauso sentido y alegre en la catedral ha precedido a la salida jubilosa de los nuevos sacerdotes a la explanada de la catedral de la Almudena, donde sus familias y gentes de sus parroquias los esperaban con pancartas para vitorearlos y, como manda la tradición, mantearlos. Como decía el cardenal en un momento de la celebración, «Dios que comenzó en ti la obra buena, él mismo la lleve a término».
INFOMADRID