Los religiosos fueron atacados en Tigüino, un lugar tan recóndito de Ecuador que casi ni existe. Murieron atravesados por más de 200 lanzas. La escena era macabra, pero también reveladora del amor de Dios.
2 de junio 2025.- Estos días hemos leído que el nuevo Papa quiere recuperar una Iglesia misionera. ¿Recuperar? Entender la misión como un apéndice es desconocer que esa llamada forma parte de la naturaleza misma de nuestra fe. La Iglesia no puede cambiar eso porque es un mandato de Jesús: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda criatura».
Ser misionero suele ir asociado a imágenes como la que acompaña este texto: un religioso atendiendo a personas de lugares remotos. Pero entender la misión de ese modo es reducirla. Tú eres misionero. Sí, en este mismo momento en que hojeas este semanario, cansado, con el metro atestado de gente, temiendo llegar tarde al trabajo. Hazme caso, levanta la mirada y escoge a la primera persona que veas. Esa señora que se acaba de quedar dormida. Ese chaval que desliza atropelladamente su dedo por la pantalla de su teléfono. Ese anciano que tiene fijos los ojos en su bastón. Ahí tienes la misión.

¿Significa eso que los que trabajan en África no son misioneros? Claro que lo son, pero no más que tú, si ahora mismo vas y le preguntas a ese hombre del bastón si necesita ayuda para levantarse. Ser misionero es responder a la llamada que Dios ha puesto en tu corazón.
El de la foto, por cierto, es el español Alejandro Labaka Ugarte. Su misión era acompañar al otro en su necesidad y proponerle, diciendo o callando, la alegría del Evangelio. Fíjate en la imagen: es mirar juntos en la misma dirección.
Esta semana el Papa León XIV, en su primer decreto, ha reconocido la entrega de la vida de este religioso, conocido como fray Manuel, y de sor Inés Arango Velásquez, tras lo cual son venerables a la espera de un milagro para su beatificación. Para evitar una masacre provocada por los mercenarios contratados por las compañías petrolíferas que operaban en el Amazonas, decidieron ir en persona a hablar con las tribus indígenas.
Eran comunidades invisibles para el mundo, y llegar a ellas implicaba jugarse la vida. Pero debían llevarles una palabra de paz, promover ese tipo de diálogo que solo puede mantenerse frente a frente. Hoy se pretende hacer la paz por WhatsApp; pero la pantalla suprime al otro, lo convierte en dato, lo reduce a un «me gusta».
Los religiosos fueron atacados en la zona de Tigüino, un lugar tan recóndito de Ecuador que casi ni existe. Donde nadie quería ir. Murieron el 21 de julio de 1987, atravesados por más de 200 lanzas. La escena era macabra, pero también reveladora del amor de Dios. Antes de iniciar el viaje, la religiosa dejó escrito su testamento con esta última frase: «Si muero, me voy feliz, ojalá nadie sepa nada de mí, no busco fama ni nombre, Dios lo sabe, siempre con todos».
En el Amazonas, en Ucrania y en Gaza, la misión de la Iglesia es poner el corazón de Cristo en medio de la guerra de los hombres y decirles que, como escribió Pablo y recordó el Papa nada más ser elegido, solo el bien es capaz de vencer al mal.
GUILLERMO VILA RIBERA
Alfa y Omega