Cuando recogió el testigo de la gestión de los abusos de Benedicto XVI —el gran revulsivo—, Francisco se encontró con una situación tremenda. Él mismo fue despertando, poco a poco, a la magnitud de esta «Iglesia de los escándalos» y se dio cuenta de que había un clamor al cielo que no puede ser callado.
Una de las primeras cosas que hizo fue crear, en 2014, la Comisión Pontificia para la Protección de Menores; si bien no ha estado exenta de críticas, también internas. La salida de Marie Collins en 2017 y de Hans Zollner en 2023 manifiesta un descontento y la falta de determinación de una institución que aún está perfilando su rol para no ser solamente algo meramente decorativo o consultivo. Muchos proponen que trabaje mano a mano con el Dicasterio para la Doctrina de la Fe o que sea como un «Defensor del Pueblo», con autoridad para defender las víctimas y supervisar cómo se manejan estos casos.
Francisco desde el inicio se reunió con víctimas. Sin embargo, aún no había llegado a tomar conciencia de la magnitud de la «cultura del encubrimiento» que favorecía y perpetuaba en muchos casos los abusos. El caso de Chile, en 2018, significó para él una profunda conversión. El informe final de la misión especial, liderada por Charles Scicluna y Jordi Bertomeu fue demoledor. El Pontífice escribió en mayo a los católicos de Chile pidiendo perdón —¡qué gran ejemplo de humildad!— y convocando a toda la conferencia episcopal, que acabó presentando la renuncia en pleno, ¡algo absolutamente inédito en la historia de la Iglesia! Yo estaba en Chile y recuerdo la terrible sensación de orfandad y desconcierto del Pueblo de Dios. En junio recibió a las víctimas de Karadima. Le conmovió especialmente el caso de Juan Carlos Cruz, con quien se generó a un profundo vínculo de cariño mutuo. En ese cara a cara con las víctimas, se dio cuenta de que «las heridas no prescriben» y, sobre todo, tomó conciencia del grave daño espiritual que provocan los abusos.
A todo ello se sumó en agosto el demencial caso de Pensilvania. A raíz de este escándalo escribió la carta al pueblo de Dios Si un miembro sufre, todos sufren con él. Allí señalaba al clericalismo como una de las principales causas de esta lacra. Y convocó la Cumbre sobre la Protección de los Menores en la Iglesia, en febrero de 2019. ¡Algo también absolutamente inédito y pionero! Exhortó a los líderes de la Iglesia a encontrarse con las víctimas, mirarlas a los ojos y dejarse conmover profundamente. Solo desde ahí, los protocolos y demás medidas tienen sentido y dejan de ser decorativos. De ahí salió el motu proprio Vos estis lux mundi, donde se pedía que todas las diócesis tuvieran, en un año, un organismo para recibir denuncias y atender a las víctimas, remarcando la obligación de colaborar con la justicia estatal. Además, puso el dedo en la llaga sobre un aspecto hasta entonces más ignorado: el abuso a «adultos vulnerables». Insistió también en algo que ya en 2016 había publicado con el motu proprio Como una madre amorosa, en el que apuntaba que un obispo podía ser removido de su cargo si actuaba con negligencia o encubrimiento ante estos casos. En 2021 reformó el código de derecho canónico. Un cambio fundamental fue incluir a los laicos como posibles culpables, pues hasta entonces solo los clérigos podían ser juzgados canónicamente.
No le tembló la mano para expulsar del sacerdocio a cardenales —recordemos el caso McCarrick— o para suprimir recientemente a una congregación como el Sodalicio de Vida Cristiana. También impuso más supervisión, por ejemplo, impidiendo que los obispos puedan erigir con tanta facilidad asociaciones de fieles, que, a pesar de su aparente fecundidad, pueden ser sistemas profundamente abusivos. Si vamos a la casuística concreta es verdad que existen casos donde hay descontento. Muchos sienten que aún se podía hacer mucho más. Por ejemplo, para afrontar los abusos espirituales y de conciencia. Sin embargo, no hay duda de que tuvo actuaciones valientes y memorables, y que su fecundo e inigualable magisterio en este campo es y será luz para todas las generaciones.

LUIS ALFONSO ZAMORANO
Profesor del Instituto de Antropología de la Universidad Gregoriana de Roma
Publicado en Alfa y Omega el 22.4.2025