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27.7.2025. Decimoséptimo domingo 17 del Tiempo Ordinario (C). Liturgia de la Palabra. Lecturas y Homilía: “ Ora et labora”

Cholo Hurtado Por Cholo Hurtado
julio 30, 2025
en Liturgia, featured, ACTUALIDAD, Madrid, RELIGION, Nacional
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Inicio RELIGION Liturgia

PRIMERA LECTURA
No se enfade mi Señor, si sigo hablando
Lectura del libro del Génesis 18,20-32

En aquellos días, el Señor dijo: «La acusación contra Sodoma y Gomorra es fuerte, y su pecado es grave; voy a bajar, a ver si realmente sus acciones responden a la acusación; y si no, lo sabré.» Los hombres se volvieron y se dirigieron a Sodoma, mientras el Señor seguía en compañía de Abrahán. Entonces Abrahán se acercó y dijo a Dios: «¿Es que vas a destruir al inocente con el culpable? Si hay cincuenta inocentes en la ciudad, ¿los destruirás y no perdonarás al lugar por los cincuenta inocentes que hay en él? ¡Lejos de ti hacer tal cosa!, matar al inocente con el culpable, de modo que la suerte del inocente sea como la del culpable; ¡lejos de ti! El juez de todo el mundo, ¿no hará justicia?» El Señor contestó: «Si encuentro en la ciudad de Sodoma cincuenta inocentes, perdonaré a toda la ciudad en atención a ellos.» Abrahán respondió: «Me he atrevido a hablar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza. Si faltan cinco para el número de cincuenta inocentes, ¿destruirás, por cinco, toda la ciudad?» Respondió el Señor: «No la destruiré, si es que encuentro allí cuarenta y cinco.» Abrahán insistió: «Quizá no se encuentren más que cuarenta.» Le respondió: «En atención a los cuarenta, no lo haré.» Abrahán siguió: «Que no se enfade mi Señor, si sigo hablando. ¿Y si se encuentran treinta?» Él respondió: «No lo haré, si encuentro allí treinta.» Insistió Abrahán: «Me he atrevido a hablar a mi Señor. ¿Y si se encuentran sólo veinte?»Respondió el Señor: «En atención a los veinte, no la destruiré.» Abrahán continuó: «Que no se enfade mi Señor si hablo una vez más. ¿Y si se encuentran diez?» Contestó el Señor: «En atención a los diez, no la destruiré.»

SALMO
Salmo 137,1-2a.2bc-3.6-7ab.7c-8
R/.Cuando te invoqué, Señor, me escuchaste

SEGUNDA LECTURA
Os dio vida en Cristo, perdonándoos todos los pecados
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 2,12-14

Por el bautismo fuisteis sepultados con Cristo, y habéis resucitado con él, porque habéis creído en la fuerza de Dios que lo resucitó de entre los muertos. Estabais muertos por vuestros pecados, porque no estabais circuncidados; pero Dios os dio vida en él, perdonándoos todos los pecados. Borró el protocolo que nos condenaba con sus cláusulas y era contrario a nosotros; lo quitó de en medio, clavándolo en la cruz.

EVANGELIO
Pedid y se os dará
Lectura del santo evangelio según san Lucas 11,1-13

Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.» Él les dijo: «Cuando oréis decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación.”»Y les dijo: «Si alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche para decirle: “Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle.” Y, desde dentro, el otro le responde: “No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos.” Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite. Pues así os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre. ¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?»

ORA ET LABORA

La semana pasada aprendimos, sobre el ejemplo vivo de Marta y María, la importancia de equilibrar oración y acción, y de alimentar la acción con la contemplación y la escucha de la Palabra viva, que es el mismo Cristo.

Y es esta misma Palabra, el mismo Cristo Jesús el que hoy continúa ilustrándonos sobre la importancia de conjugar armónicamente estas dimensiones de nuestra vida. El ejemplo de Abraham nos muestra la eficacia de la oración del justo. Invadido por un sentimiento de piedad, rebelándose contra la injusticia manifiesta de que paguen justos por pecadores, Abraham se convierte en intercesor en favor de las ciudades pecadoras que van a recibir por sus pecados el justo castigo. En cierto sentido, todos nos rebelamos contra esas puniciones justicieras y contra la imagen de Dios que llevan consigo. Son muchos los que rechazan a Dios por esa imagen, que ya en el Antiguo Testamento, pero de manera definitiva en la plena revelación de Dios en Jesucristo, se ha mostrado falsa, una verdadera deformación del verdadero rostro del Dios Padre. En realidad, digo, ya en el AT y lo vemos con claridad en el texto de hoy, Dios (que en modo alguno puede ser “peor”, menos misericordioso que Abraham, y que es el que, en realidad, le inspira esos sentimientos de piedad) se encamina no a castigar, sino a salvar. Y el tenor de la oración de nuestro padre en la fe muestra que Dios busca cualquier excusa para salvar y no para destruir. No es Dios sino el pecado lo que nos destruye. Dios escucha con paciencia la súplica insistente de Abraham, y se manifiesta dispuesto a salvar a los muchos pecadores en virtud de la justicia de unos pocos justos. Así que no es sólo la oración de intercesión de Abraham, sino también la bondad del justo lo que frena el castigo y hace derramar no fuego y azufre, sino perdón y misericordia. La tragedia de Sodoma y Gomorra es que no se encontró ni un solo justo. Y el Dios dispuesto a perdonar y salvar “no puede” hacerlo si nosotros rechazamos su misericordia y su perdón. Dios nos salva gratuitamente, pero no a la fuerza.

Que no se encontraran ni siquiera diez justos puede reforzar nuestro pesimismo con respecto a este mundo. Y es que, realmente, ¿quién es justo ante Dios? ¿No decimos que todos somos pecadores? ¿Cómo entonces alcanzar misericordia?

Sin embargo, no debemos ceder al pesimismo. Que todos seamos pecadores no significa que sólo seamos eso. En el ser humano anida el deseo de bien. Abraham y tantos otros lo demuestran ya en el AT, como ejemplo y en representación de toda la humanidad. Y esa bondad fundamental, aunque herida y como escondida, se ha manifestado plenamente en Cristo, igual en todo a nosotros menos en el pecado (cf. Hb 4, 15). Él es el justo en el que Dios Padre ha encontrado la excusa perfecta para derramar (sin imponerla) la salvación para todos. Jesús es el justo que nos justifica y comparte con nosotros su justicia, asociándonos así a su obra salvadora.

Él es el que intercede por todos nosotros, y como Abraham, y más y mejor que Abraham, suplica al Padre con una oración eficaz, porque va acompañada de obras de justicia, la justicia de Dios que es la misericordia y el perdón.

Sodoma y Gomorra se hubieran salvado si a la oración de Abraham se hubieran unido la sbuenas obras de siquiera diez justos. El mundo de hoy se salva (si quiere), porque a la oración de Jesús se une la obra buena que él mismo ha realizado, entregando su vida en la Cruz.

Pero estas oración y acción Jesús las comparte con nosotros. En primer lugar, enseñándonos a orar. ¿Cómo debía ser la oración de Jesús, que suscitó el deseo de los discípulos? Le pidieron que les enseñara, y él hizo mucho más: los hizo partícipes de su relación exclusiva con su Padre. También a nosotros nos hace partícipes, cuando sin preámbulo alguno nos invita a llamar a Dios Padre, y sobre esa relación fundamental desgranar nuestros anhelos, deseos y necesidades. El anhelo de que ese Dios sea conocido por todos, que todos le den gloria y hagan suya su voluntad de bien, verdad, perdón y salvación; y los deseos de bienestar material y espiritual (el pan material y el pan eucarístico), de perdón y reconciliación (de ser perdonados y perdonar), de vencer el mal en nosotros, en nuestras relaciones y en nuestro mundo. Jesús nos anima a que seamos “pesados” como Abraham, a que insistamos en nuestra oración, con un corazón abierto que desea pedir a Dios lo que Dios mismo quiere que le pidamos: sobre todo el Espíritu Santo que nos lleva a actuar del mismo modo como Dios actúa con nosotros. Lo expresó con su habitual profundidad San Agustín: “El mejor de tus servidores no es aquel al que le importa tanto escuchar lo que quiere, sino el que quiere querer sólo lo que oye de ti.”

Una oración así, la oración del mismo Jesús, nos lleva a identificarnos con él: por el bautismo sepultados con Cristo y resucitados con él. De modo que nuestra oración ya está siendo eficaz, porque, además, justificados y perdonados por la cruz de Jesucristo, nos convertimos por su gracia en esos justos que Dios busca como excusa para evitar el castigo y derramar sobre el mundo con abundancia su misericordia y su perdón.

Desde San Petersburgo (Rusia)
JOSÉ MARÍA VEGAS
Sacerdote claretiano español y filósofo

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